Cuando en un proyecto de marketing todo funciona, todo es fácil, todo es claro, las cosas fluyen, pero … y cuando  no?

¿Qué pasa cuando un proyecto se enquista y parece abocado al fracaso? 

La gestión del tiempo

Cuando un proyecto va mal, nos falta el tiempo. Por más que trabajemos fuera de horario de oficina, el proyecto sigue sin funcionar. En muchos casos, esto es debido a la gestión de prioridades que realizamos al cabo del día, objetivos poco claros o con un enfoque no adecuado o por una mala planificación de los recursos disponibles.

Mucho trabajo que “cunde” poco

Trabajamos mucho, realizamos muchas tareas pero el cliente sigue sin estar contento. ¿Por qué? Debemos analizar si estamos escuchando al cliente, si estamos respondiendo a sus necesidades. Algo muy detallado, técnico y exhaustivo puede parecer adecuado y óptimo, pero nuestro cliente puede pensar que le apabullamos con datos y complejidad y no con soluciones. A veces, hacerlo simple y compresible es la solución más fácil para todos.

Los objetivos marcados no parecen realistas al cabo de un tiempo.

Pasan lo meses y no vemos grandes avances. La progresión del proyecto se frena y no sabemos porqué. Es entonces cuando debemos plantearnos primero si lo que estamos realizando es lo suficientemente atractivo o bueno y si quizás estamos destinando los recursos a las partes más importantes del proyecto.

Un simple análisis de lo realizado hasta el momento, una reflexión sobre las tareas de cada miembro del equipo y una mirada al entorno que nos rodea (proyectos similares de competidores, asesoría de compañeros de empresa o de asesores externos) puede ayudarnos a revertir esta situación.

Cuando el fracaso es debido a la rentabilidad

Hemos realizado el proyecto, ha sido una entrega óptima pero hemos fracasado en rentabilidad. Es entonces cuando debemos replantearnos los roles utilizados en el proyecto. Quizás hemos utilizado demasiado un rol determinado del equipo  y hemos infravalorado a un miembro del equipo que podía haber aportado más.

Conocer los límites de cada uno, compartir conocimientos y experiencias y confiar en las capacidades de cada miembro del equipo es vital para gestionar de manera factible el éxito como equipo y como proyecto.

Lo que ha funcionado antes, puede que no funcione ahora

Un proyecto de largo plazo depende de una gestión de equipo donde se cuide el crecimiento personal de cada miembro. Un estancamiento en las tareas realizadas por un miembro o la necesidad de exigir a una misma persona un tipo de trabajo tedioso o demasiado exigente, puede minar el ánimo de esa persona y contaminar el flujo de trabajo.

Una gestión coherente de tareas, con una disposición equitativa de tareas proporcionalmente adaptadas según experiencia, exigencia y cargo en el equipo, ayudará encarrilar un proyecto de manera fluida y sin fricciones.

Proactividad y liderazgo.

Un proyecto no se gestiona sólo. El éxito de un proyecto difícilmente será llevado a cabo si los miembros de ese grupo no están unidos, cohesionados y gestionados con coherencia y una meta clara. Un grupo motivado e incentivado puede superar expectativas, pero esto no es fácil cuando la proactividad no es tenida en consideración. Es por tanto importante valorar el estado de cada miembro eventualemente, valorando si se siente cómodo en sus tareas, cómo es su visión particular del proyecto, cuáles son sus metas cómo profesional y como ente del colectivo al que profesionalmente está ligado. Incentivar su implicación dentro de su rol y  escuchar sus percepciones de mejora de cara a la consecución del objetivo puede ser la clave para encauzar el flujo de trabajo.

Texto extraido de elblogdejavierordas.com

Imagen: geralt